Cuando hablamos de Street Art debemos considerar el aspecto motivacional, además del puramente artístico, para comprender mejor su conformación.
Street Art, como nació
Street Art apareció por primera vez en Nueva York en las décadas de 1950 y 1960, con la explosión de los llamados graffiti en la Gran Manzana.
El movimiento trae consigo gritos de protesta que los artistas llevaron a las superficies de la ciudad, desde los muros hasta las fachadas de edificios y universidades. Street Art se convierte así en el símbolo de una renovada expresión artística, convirtiéndose rápidamente en una verdadera ceremonia social, además de cultural. En particular, artistas del calibre de Fekner, Hambleton, Haring y Basquiat operaban en el corazón de Manhattan.
Sin embargo, sería un error categorizar el Street Art como una manifestación exclusivamente de protesta. Son numerosos los artistas que lo utilizan para elevar su concepción de una actividad artística más libre y expresiva.
También en Italia en la década de 1980 hubo una desconexión entre el arte de la protesta y el de la “expresión pura”. En ese período, de hecho, los murales aumentaron sin un verdadero mensaje crítico ni un destinatario final preciso. Posteriormente, la primera década de los 2000, con la entrada de la generación del graffiti y el uso masivo de internet, el street art cambia de piel, se extiende a las masas y cambia de marcha. En la península, Milán, Roma y Bolonia son los centros de mayor actividad.
El contexto boloñés, en particular, ve el surgimiento de numerosos artistas que se afianzarán con vigor en los años siguientes, entre todos Blu, un artista callejero y videoautor de fama mundial, Ericailcane, cuyo imaginario que hibrida al hombre y al animal lo ha llevado a ser también uno de los artistas callejeros italianos más conocidos del mundo y Eron, activo desde los años noventa entre Rimini y Bolonia.
Uno de los vecinos del Street Art es sin duda el fino hilo que a menudo separa las expresiones artísticas del mero vandalismo. Esta es la razón por la que gran parte de la opinión pública lucha por comprender y digerir los presupuestos de este movimiento artístico. El tiempo asistido por las campañas de sensibilización en este sentido puestas en práctica por los propios artistas está consiguiendo hacer digeribles todos los contenidos del movimiento.
Hasta el punto de que el arte callejero se ve cada vez menos como un fenómeno que se puede rastrear o asimilar con el vandalismo, aunque sigue siendo y seguirá siendo una forma de arte que no puede ignorar su elemento connotativo más destacado, a saber, la subordinación a las reglas.